Además, cuando salíamos justos los dos solo, yo ya sabía que ella no llevaba ropa interior. Como ya os he dicho, eso estaba a mí favor. La segunda vez que cogimos el coche, fuimos al mismo lugar, a aquel páramo desolado donde no pasaba nadie por casualidad. Ella ya se esperaba que la abrazara y le metiera mano. Es más, yo sabía que, Ella, lo estaba deseando. Entre ceja y ceja solo tenía la intención de que aprendiera a hacer una buena felación, como esas que hacen las jóvenes de Escort Valencia. Supongo que ya me entendéis. No hacen más palabras. Igual que la vez anterior, me hizo una felación aunque, esta vez, un poco mejor. Con ambas manos yo la acompañé con el ritmo para que se fuera enterando de cómo me gustaban las cosas. Hubo un par de veces que quiso dejarlo, no por qué no le gustase ni nada de eso. Todo lo contrario, ella lo deseaba ya que estaba en el buen camino de convertirse en puta de Valencia. Cuando intentó dejarlo, simplemente le puse la palma de mi mano en la cabeza y no dije nada. Ella sabía que debía continuar un rato más, por lo menos hasta que yo se lo dijera. Cuando me pareció adecuado, saqué mi pene de su boca, le levanté la falda y le di un buen polvo. Disfrutó como nunca y, me dio la sensación que, día a día, gemía más y más. Me quedé satisfecho, mejor dicho, nos quedamos satisfechos. No olvidemos que nuestra esposa o novia convertida en Escorts de Valencia debe quedar completamente satisfecha. Esto es algo muy importante aunque ya tocamos el tema hace tiempo y, ahora, no lo voy a repetir. Esas Felaciones en el interior del auto continuaron hasta que, aprendió de memoria todo aquello que me gustaba, como por ejemplo el ritmo. Puede parecer una tontería pero, para un servidor, es muy importante. No sé cuantos viajes hicimos a aquel paraje pero, al decimo o algunos más, ya dominaba la situación. Puedo decir más a favor de ella, empezó a tomar la iniciativa, algo que me gusta en muchas mujeres. Una vez estábamos en este punto, había que ir un poco más allá. Así que una vez que, me la estaba tocando con verdadera delicia, notó como mi pene se hinchaba e intentó apartarse. Como os he dicho, puse la palma de mi mano en su cabeza, la apreté un poco más, y me corrí encima. En un primer momento no sabía qué hacer con la leche que le inundaba la blusa. Luego, para no dejarla con las ganas, la masturbé de diferentes formas. Se había comportado como una buena Escort y se merecía una recompensa. Y la cosa no quedó ahí ya que continuamos. Faltaba la cereza que adorna el pastel. Al cabo de unas veces de volver a nuestro lugar preferido, después de una mamada en la que se tragó la leche caliente lamiéndose los labios para no desperdiciar ni una gota, la obligué a que me limpiara toda la picha. No lo dudó ni un momento y me hizo una buena repasada hasta que quedó todo limpio. Hasta me dio un par de lametazos en los huevos. Y continuamos follando como perros, ya fuera en el coche o ante los ojos de los ancianos en el parque. Se dejó tocar las tetas por algunos, no pocos, pero no le apetecía follar con nadie que no fuera yo. Me lo dijo un día, así que yo no forcé la máquina, no sea que se rompiera alguna pieza y se fuera todo al carajo. Claro, también me trajinaba a Diana, mi primera novia que, por aquel entonces era novia de su futuro marido. Un novio cornudo. No era que aquel chico le hubiera enseñado mucho y necesitaba de su macho Alfa para satisfacer sus deseos sexuales. Y yo cumplía a la perfección. Así que, a los veinte años tenía dos Escorts Valencianas para mí solo y las disfrutaba a lo grande, como se ha de hacer con estas cosas.