Encuentros (B-167)

Encuentros

Nada más verla, supe que había acertado. Estaba ansioso por mi encuentro con esta exuberante morenaza, una escort en Madrid a la que llamé en cuanto llegué a la habitación de mi hotel en la Castellana. Su larga melena negra, su suave piel mulata aterciopelada, dejaba muy claro su origen caribeño. Su trasero…. ¡¡¡Dios!!! ¡¡¡Su trasero era una delicia!!!, mis manos no podían evitar agarrarle por sus nalgas y atraerla hacia mí. Ella se soltó y de un empujón me tumbó sobre la cama. Sin mediar palabra, solo con una mirada lasciva, me desabrocho el cinturón, me bajo los pantalones y comenzó a jugar con su lengua por encima de mis slips. No podía resistirlo, mi miembro endureció en segundos como una roca de granito. Deseaba ser liberado de su prisión para ser saboreado por su cálida y excitante lengua.

Protección. Eso es lo que siempre tenemos que hacer cuando estamos con una escort de Madrid. Ellas son profesionales y exigen que se cuide su salud, así como tú debes cuidar la tuya. Ser usuario de estas preciosas mujeres implica no asumir riesgos, si todos tomamos precauciones, todos disfrutaremos más y mejor de su compañía, Y ellas, además, nos lo agradecerán infinitamente

Había acabado la agobiante jornada electoral, ya había depositado mi voto a primera hora de la mañana y ya no tenía nada que hacer en este domingo. Así que decidí ir a desayunar en una buena terraza de alguno de los restaurantes que había en la zona. Me senté en una de las mesas que había libre en uno de ellos. Me pido un café y unas tostadas, y mientras espero me pongo a ojear el periódico que había en la mesa, cortesía, supongo, del restaurante. Sumido en la lectura, percibo una presencia que me hace levantar la mirada. Alli, en la mesa justo enfrente de ella se estaba acomodando una despampanante rubia con gafas de sol y un elegante vestido verde. Nos intercambiamos una mirada cómplice y antes de que llegara mi pedido, ella estaba sentada ya en mi mesa, frente a mí. Me dijo su nombre. Me dijo que era una escort en Madrid que buscaba clientes para aprovechar esa espléndida mañana. En ese momento llegó mi desayuno y ella pidió el suyo. Media hora después, ambos caminábamos en dirección a mi casa.

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